Nuevas formas de encontrarnos en las relaciones de pareja.

«Llevamos todos por dentro un mundo de cosas, cada uno el suyo propio. ¿Cómo es posible que nos entendamos, señor, si en las palabras que yo digo incluyo el sentido y el valor de las cosas tal como yo las considero, mientras quien lo escucha, las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para él, de acuerdo al mundo que lleva en su interior?»

(Luigi Pirandello)

Coincidir es relativamente fácil: bares, apps, viajes, amigxs de amigxs .

Quedarse es otra cosa. Puede despertarnos pereza por tener que «volver a empezar» y miedo, mucho miedo a romper con nuestras premisas, con las promesas que nos hicimos a nosotros/as mismos/as: «no vuelvas a caer», «no vuelvas a sufrir», «no vuelvas a hacer…», «no vuelvas a confiar».

Todxs tenemos nuestras propias tablas de mandamientos. Tablas de normas. Tablas de salvación. Tanto nos costó re-construirnos que no vamos a dejarnos derribar por el/la primero/a que nos ponga ojitos.

A ciertas edades ya no llegamos inmaculadxs a los encuentros afectivos. Llegamos con nuestras historias, con nuestras estelas. Tenemos un dibujo, una trayectoria, una dirección.

El cruce, el interés por contemplar tu dibujo y deleitarnos con las historias puede resultar muy atractivo. Permanecer en el encuentro es lo que duele. Porque eso implica darle una vueltecita a esos mandamientos, a esas promesas que nos hicimos a nosotrxs mismxs.

Quizá se trata de aprender a dibujar otras trayectorias algo más rizadas.

Quizá se trata de jugar a crear nuevos dibujos en el cielo. Cruzarnos sin renunciar a todo mi Ser por Ser contigo. Cruzarte sin partir mi estela y sin perder tus sueños. No perder de vista mi trayectoria, pero mirando de reojo tu estela, por si me apetece acercarme un poquito.

¿Y si jugamos a buscarnos y a encontrarnos y a marcharnos, y poder volver?

Diseño sin título (3)

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